Pretenciosa de principio a fin hasta ser indigerible, realista pero todo lo contrario, incomprensible y aún así demasiado evidente, es abstracción de la que adormece a la audiencia desprevenida. ¿Y qué explica? Pues que el ser humano es un simple átomo, una partícula sometida a las fuerzas inconmensurables del Universo, o de múltiples universos, y que no somos más que un juguete bajo el control azaroso del infinito. Ni nada más ni nada menos que eso, aunque hemos de reconocer que quizá nos hayamos perdido alguna otra idea sustancial entre tanta maraña trascendente. Y no rechazamos unos planteamientos de índole mayúscula, pero consideramos que yerra en la forma y no en el fondo. De todos modos encontrará su público, estamos seguros.
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