En lugar de publicar una mini crítica al uso explicaremos nuestra extraña experiencia tras ver este largometraje en el Festival de Sitges 2019, donde la reacción del público ha sido cuanto menos curiosa que habla por sí misma.
Al principio, espectadores y película han empezado contenidos, atentos a lo que estaba pasando, sin saber por dónde iban a ir los tiros. Ya en su primera mitad, con una alargadísima secuencia de aparición OVNI, la indiferencia estaba muy presente, pero lo mejor estaba por llegar.
Y es que aún teniendo una puesta en escena bastante trabajada, aunque sumamente pretenciosa, la historia no daba ni para un corto de diez minutos, y sus autores, conscientes de ello, han estirado hasta la extenuación, y a base de slow motion con música tediosa, un inverosímil desenlace, que ha provocado risas en los momentos de más seriedad.
Pero aún hay más, por que cuando crees que se ha acabado, todavía siguen "deleitándonos" con más cámara lenta, más banda sonora lacónica y muchas caras de trascendencia que han arrancado, al aparecer los títulos de crédito, un aplauso irónico unánime que ha compensado con creces lo sufrido hasta entonces. Esto es lo que tiene Sitges, su público único en el mundo, predispuesto a disfrutar con cualquier estropicio que se le ponga por delante.
Al principio, espectadores y película han empezado contenidos, atentos a lo que estaba pasando, sin saber por dónde iban a ir los tiros. Ya en su primera mitad, con una alargadísima secuencia de aparición OVNI, la indiferencia estaba muy presente, pero lo mejor estaba por llegar.
Y es que aún teniendo una puesta en escena bastante trabajada, aunque sumamente pretenciosa, la historia no daba ni para un corto de diez minutos, y sus autores, conscientes de ello, han estirado hasta la extenuación, y a base de slow motion con música tediosa, un inverosímil desenlace, que ha provocado risas en los momentos de más seriedad.
Pero aún hay más, por que cuando crees que se ha acabado, todavía siguen "deleitándonos" con más cámara lenta, más banda sonora lacónica y muchas caras de trascendencia que han arrancado, al aparecer los títulos de crédito, un aplauso irónico unánime que ha compensado con creces lo sufrido hasta entonces. Esto es lo que tiene Sitges, su público único en el mundo, predispuesto a disfrutar con cualquier estropicio que se le ponga por delante.
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