Usar el género de terror como herramienta simbólica para relatar temores humanos y cotidianos es una técnica muy eficaz que consigue provocar dos clases de miedos: el típico a base de sustos inesperados y el que surge al enfrentarnos a la cruda realidad. Esta es la intención dual que consigue a medias la directora y guionista de esta película que estira hasta la saciedad una intriga contenida, reservando su supuesta mejor baza para un metafórico desenlace que impacta de forma inapelable. Todo enmarcado en el único escenario de la casa familiar con tan solo tres actrices cuyas actuaciones son con diferencia, lo mejor de un largometraje que aún haciéndose cuesta arriba en ciertos tramos, es merecedor de ser visto.
Mi puntuación: 6/10
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