El director S. Craig Zahler ya nos impactó con su opera prima Bone Tomahawk, y en esta segunda película sigue fiel a su estilo, sobrio y violento, para ofrecer más de lo mismo pero mejor. Esta vez todo el peso interpretativo recae en un imponente Vince Vaughn que define con maestría un personaje único y atrayante, que solo con su fuerza actoral y física, ya podría hacer funcionar la historia. Pero el realizador va más allá y nos sorprende con un guión in crescendo, en el que todo se desarrolla a base de causa y efecto, y en el que combina una narración racional con una brutalidad visual aplastante, dejándonos con la boca abierta mientras nos perturba sin que podamos apartar la vista de la pantalla.
Mi puntuación: 8/10
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