Lo que empieza como una buena
película, con diálogos ocurrentes, personajes interesantes y situaciones
originales se va convirtiendo gradualmente en una comedia romántica al uso que
al final no aporta nada nuevo al género y que se sostiene gracias a las
carismáticas interpretaciones de Bradley Cooper y Robert De Niro. Además duele
mucho ver a una insulsa Jennifer Lawrence ganar el Oscar a la mejor actriz por
delante de actrices que se lo merecían mucho más que ella, lo que unido a la
nominaciones al mejor director y guión confirman que la Academia y yo tenemos
gustos muy diferentes.
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