Culminación de la escueta pero intensa época dorada de Steven Seagal, quien pretendió protagonizar su propia versión de la Jungla de cristal en un barco, con un resultado diametralmente opuesto en lo que a calidad se refiere. Para empezar, sus habilidades como experto en artes marciales superan con creces sus dotes interpretativas, ya que muera quien muera o explote lo que explote, su expresión facial no se inmuta un ápice, por no hablar de su sorprendente habilidad para no mancharse los diferentes modelitos de ropa que va luciendo.
Todo esto sería un cómico punto a favor si la película no se tomara demasiado en serio a sí misma, con momentos dramáticamente trascendentales en contraposición a exacerbados comportamientos por parte de dos inaguantables secundarios caricaturizados por Jones y Busey. Lo más grave es que la acción es intermitente, confusa y está mal dirigida, provocando altibajos constantes de ritmo, y en consecuencia en la diversión. Con mucho dolor en nuestros corazones, y a riesgo de que Steven nos busque para vengarse, dentro del mítico cine de acción casposo donde el guión es lo de menos, existen opciones mejor realizadas, mucho más divertidas y que el paso de los años no les ha sentado tan mal.
Mi puntuación: 4/10
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