Una historia real, basada en la propia infancia de la directora, que podría haber sido tratada como una lacrimosa tragedia, es abordada de un modo realista y cercano, casi como un documental, desarrollando y explorando orgánicamente los sentimientos de la niña protagonista, sin forzarlos, y mostrándolos cuando los propios acontecimientos que nos relatan lo requieren. Esto no sería posible sin el admirable trabajo de las dos actrices principales, de tan solo seis y cuatro años, que demuestran una madurez sorprendente, y que son capaces de provocar al espectador las emociones necesarias para implicarnos en sus vivencias. Además, están muy bien respaldadas por un reparto adulto que mantiene la excelente línea de espontaneidad y naturalidad de la que está impregnada una película donde la belleza está presente tanto en la alegría como en la tristeza.
Mi puntuación: 8/10
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