¿Cómo se
puede convertir una sencilla trama de atraco sin atraco en un largometraje soberbio?
Simplemente es necesario escribir unos diálogos ingeniosos que rozan la
perfección, contar con unos grandes actores (la mayoría desconocidos en esa época)
que los ejecutan magistralmente y elegir una banda sonora que se convierta prácticamente
en un personaje más de la película. Y lo mejor de todo es que, como el buen vino, mejora con los años, conservando intactas tanto su frescura como su chispa. Posiblemente
estemos ante la mejor opera prima que jamás haya rodado un director de
cine.
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