Francis
Ford Coppola volvió a reinventarse en esta película con una realización
arriesgada pero efectiva capaz de causar angustia y miedo por partes iguales. Con
ella le dio un giro a las historias del famoso conde, dotándole de una gran
profundidad y enmarcándolo en un estilo visual impactante para la época. Personalmente
no me convence y me descoloca demasiado como para apreciarla en su totalidad,
en gran parte por culpa de algunas actuaciones, con un impasible Keanu Reeves o
un cargante Anthony Hopkins, aunque hay que reconocer que Gary Oldman se muestra
convincente y aterrador en el papel principal.
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