Treinta y nueve años después nos llega esta secuela de El resplandor, que coge una peculiaridad de la historia original para crear una nueva línea argumental protagonizada por un funcional Ewan McGregor en el papel del ya mayorcito niño de la primera parte, junto a un cúmulo de secundarios cuyos antecedentes no están demasiado desarrollados. A lo mandos, un experto en el cine de miedo como Mike Flanagan, quien demuestra sus dotes para ponernos en situación aunque la trama tire por unos derroteros más fantasiosos que terroríficos. También es cierto que quizás se centre demasiado en homenajear la magistral película de Kubrick, pero es precisamente en esos momentos, al inicio y al final, cuando consigue captar totalmente nuestra atención e incluso asustarnos, en contraposición a un núcleo narrativo casi vampírico que no acaba de encajar. Así que dejémonos de excusas, lo que todos querían y queríamos era darse otro garbeo por los pasillos del Hotel Overlook, y solo por eso ya vale la pena ver esta largometraje.
Mi puntuación: 6/10
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