A sus casi noventa años, Clint Eastwood se pone de nuevo delante y detrás de las cámaras para traernos una historia inspirada parcialmente en hechos reales, y que sin duda le viene como anillo al dedo. De este modo, todo está tan bien calculado que el factor sorpresa se pierde, con un protagonista cuya actitud resulta jocosa aunque demasiado redundante, y un desarrollo de acontecimientos plano, excesivamente correcto y sentimentalista. Eso no impide que disfrutemos, e incluso nos emocionemos, con las idas y venidas personales y automovilísticas de un narcotraficante octogenario, en una película de la que esperábamos otra magnífica Gran Torino, y que se ha quedado en algo meramente aceptable.
Mi puntuación: 5/10
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