Veinte años no es nada decía el tango de Carlos Gardel, y bien que lo demuestra Roland Emmerich. Si la fórmula funcionó tan bien en la primera entrega no hay por qué cambiarla. Unos pequeños retoques de casting, un guión que se salta la paja para ir directamente al meollo y, por supuesto como la ciencia avanza que es una barbaridad, unos mejorados efectos especiales, apabullantes como manda la ocasión. A fin de cuentas, todo más o menos igual, en lo bueno y en lo malo, incluida la diversión más palomitera para ser disfrutada necesariamente en la gran pantalla.
Puntuación @tomgut65: 5/10
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