La pretensión de secuela de una obra maestra y, por tanto, imbuirse de la gloria que desprendía el original fue su gran error, por sí misma podría haber sido una correcta comedia sobre timos y estafas, como tantas, y aprovecharse del jugoso casting compuesto por actores notorios -Jackie Gleason, Oliver Reed, Mac Davis, Teri Garr o Karl Malden- para elaborar una mascarada con personalidad propia. Pero las comparaciones son odiosas, todo el mundo lo sabe y por algo será, y las segundas partes nunca fueron buenas, con la excepción de El Padrino 2 y poco más, todo el mundo lo dice y tampoco les falta razón. Hagamos, pues, un pequeño ejercicio mental, olvidemos el insigne precedente de George Roy Hill y que hablamos de una derivación y veamos qué nos queda por valorar: una decente producción de limitado ingenio, aunque con momentos francamente divertidos y un elenco desaprovechado que merecía un director de mayor rango. En definitiva, desprende simpatía y requiere ser vista con cierta comprensión y complicidad. La conclusión: para qué una copia teniendo un original magnífico al que difícilmente se podrá siquiera igualar; aun así, no seamos demasiado severos y démosle un poco de indulgencia con un aprobado justito que bastantes palos le han caído ya desde que apareció allá por 1983.

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