Jack Arnold, director de varias joyas del fantástico -Vinieron del espacio (1953), Tarántula (1955) o El increíble hombre menguante (1957)-, llevó a las pantallas a otra criatura de la Universal convertida rápidamente en un clásico más de la productora y del género. Un monstruo anfibio obnubilado por la belleza femenina, entendible al ser Julie Adams el objeto de su embeleso, y acosado por científicos en plena selva amazónica. Pizcas de terror salpicadas de erotismo naíf y de esas típicas nociones de andar por casa sobre la evolución humana que tanto juego han dado en el cine. Las escenas subacuáticas, muy logradas, aportan un acicate más a esta cinta que desde aquel 1954 ha mantenido su vigencia, porque el humanoide acuático seguirá buceando en la laguna negra mientras haya quién sepa encandilarse con cualquier engendro fruto de la imaginación de un guionista.
Puntuación @tomgut65: 7/10
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