Si la anterior temporada había ganado en seriedad y perdido en comicidad respecto a la primera, en esta tercera se acentúa aún más esta transición hacía lo dramático, e incluso rozando el límite de la tragedia en algunos momentos. Este cambio de rumbo no es un inconveniente en términos cualitativos, ya que la serie se mantiene en la misma buena dinámica de tramas creíbles y bien desarrolladas, y sobre todo su escueto reparto cumple a la perfección, ganando mucho protagonismo los ascendentes y descendientes de la pareja protagonista.
Lo que si puede suponer un problema son las ganas que puede provocar ponerse a ver esta tercera entrega, que pese a contar con tan solo diez capítulos de apenas media hora cada uno como de costumbre, en ocasiones se hacen cuesta arriba por la dureza de algunas historias. Por lo que debemos ser conscientes de que ya no estamos antes un entretenimiento tan lúdico festivo como nos gustaría, y de que sin darnos cuenta, esta ficción británica sobre unos cuidadores se ha convertido en un drama de tomo y lomo, tan realista en algunas ocasiones que hasta puede remover ciertos sentimientos en el televidente.
Mi puntuación: 6/10
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