Estamos
ante la muestra más clara de cine monumental que se ha rodado en la historia,
la superproducción por excelencia y que puso en alza el Peplum que es, junto al
western, el género más propiamente cinematográfico de todos. De principio a fin
la película desborda espectáculo, grandiosidad, épica y todo aquello que ha
dado grandeza al séptimo arte. Con un Charlton Heston nacido para esta clase de
papeles, personajes secundarios que incluyen al mismísimo Jesucristo y un guión
magistral que hace que su visionado pase en un suspiro, solo hay una palabra
para definirla: CINE.
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