Tomándose
esta película como la fábula que es, sin buscarle los tres pies al gato y
dejándose llevar por la historia que nos cuenta se consigue una entrañable y a
la vez dura experiencia. Con toques de humor marxiano disparatados y momentos
tiernos y melodramáticos, si nos sobreponemos a la sobreactuada interpretación
de Roberto Benigni podremos disfrutar de un largometraje con un espléndido
inicio y un titubeante final que aun así te dejará con ganas de volverlo a ver.
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