La versión americana de la película sueca estrenada en dos
mil ocho mantiene un buen nivel aunque no supera a su predecesora. En el remake
todo es menos sutil y deja pocas cosas a la imaginación para que las mentes
yanquis puedan pillar la historia fácilmente sin dejar cabos sueltos. A pesar
de eso mantiene la estética y el ritmo narrativo que tan popular hicieron la
primera versión contando ambas con unos actores, y sobre todo actrices, que están
a la altura de las exigencias del guión con un trabajo creíble y comedido. No
voy a explicar nada del argumento para que su primer visionado os absorba como
a mi lo hizo, pero una y otra nos cuentan lo mismo, así que si podéis elegir, mejor
ver la original.
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