Un sicario de élite, de los que cobran una fortuna por liquidar al objetivo de forma limpia, sin dejar el mínimo rastro. Papel idóneo para Michael Fassbender, de vuelta al candelero tras tres años sabáticos, y al que sabe impregnar del carácter frio y metódico requerido por el personaje, una figura paradigmática a la que el cine ha recurrido con enorme frecuencia. Vuelve también a la primera línea David Fincher, todo un tótem para las nuevas generaciones cinéfilas, con una dirección sin ostentaciones, un guion básico al igual que su protagonista y un relato de ajuste de cuentas carente de trampas o giros imposibles. No es, por tanto, una exhibición al uso de persecuciones y tiros a destajo, más bien todo lo contrario, la violencia son estallidos súbitos y efectivos, el resto del metraje, en cambio, es una mirada al interior de la mente de un auténtico profesional, de hecho, la voz interior del asesino subraya ese carácter flemático, aunque lo personal esta vez pase por encima de los meros negocios. En definitiva, Fincher en su salsa con la ayuda incondicional de Netflix.
Puntuación @tomgut65: 6/10
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