Un monstruo de la Universal que no era fruto de un experimento científico o de una maldición atávica, tampoco poseedor de una fuerza descomunal ni de un poder mágico, es, simplemente, un hombre caído en desgracia, desfigurado física y mentalmente. En una película repleta de colores luminosos, con la música como leitmotiv por pura lógica al hallarse ambientada en su totalidad en la Ópera de Paris, con tenores, divas y músicos deambulando entre bambalinas o por los subterráneos del teatro. La tonalidad alegre, el candoroso optimismo o los regateos románticos son alterados por la presencia fantasmagórica de una obsesión vengativa, aunque lejos de las tradicionales góticas y tétricas escenografías de otros monstruos anteriores de la insigne productora. Afable clásico, de horror ligero, prácticamente inexistente, para disfrutar en familia y de cariz muy distinto a las versiones de la historia que desde aquel 1943 han ido llegando hasta hoy.
Puntuación @tomgut65: 6/10
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