Con una estructura narrativa y desarrollo similares a la anterior entrega en lo que sí da un paso adelante esta secuela es en majestuosidad, ya que el espectáculo de barrio se convierte, o al menos lo intentan, en un musical digno de Las Vegas. Esto conlleva una serie de problemas para cada uno de sus protagonistas que son abordados con ingenio y simpatía, y alguna que otra lección moral por el camino sin que ello eclipse lo verdaderamente importante, las canciones. De nuevo la selección de temas y su ejecución es magnífica, con un clímax que a pesar de resultar un tanto reiterativo y previsible, te pone forma inevitable los pelillos de punta.
Mi puntuación: 6/10
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