No va ser recordada esta cinta bélica por tener un guion denso y minucioso sobre la célebre y decisiva batalla a la que dio nombre el atolón del Pacifíco. La única intención de su director, el alemán Roland Emmerich, ha sido centrarse en las secuencias de combates aéreos que, a la postre, son lo que más puede atraer al público que acude a las salas, porque para contar la historia detallada de lo sucedido ya están los libros, la Wikipedia o el History Channel. El drama, el patriotismo y la épica no faltan a la cita de forma rudimentaria, y los personajes no pasan de ser meras representaciones arquetípicas del guerrero valiente y temerario entregado a la causa. El espectáculo mayúsculo empata con la vacuidad, balanza equilibrada.
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