Howard Hawks edificó en "Río Bravo" toda una apasionada y antológica apología del western, el género cinematográfico por excelencia, para elaborar una Obra Magna. John Wayne, él siempre era él y no necesitaba nada más; los característicos e imprescindibles Walter Brennan y Ward Bond; Dean Martin como el borracho del pueblo, papel que le venía al pelo; la esbelta Angie Dickinson en el contrapunto romántico; la aparición de una estrella emergente de la música popular, el bisoño Ricky Nelson; una historia imperecedera de valor, amistad y superación repleta de humanidad y buen humor; la banda sonora de Dimitri Tiomkin, grande entre los grandes; el salón, los tahúres y el whisky, el sheriff, los vaqueros y sus caballos, rifles, revólveres y dinamita... Era el colosal inicio de una trilogía culminada posteriormente con El Dorado y Río Lobo, también encabezadas por El Duque, y que merecen capítulo aparte cada una. Solo John Ford era capaz de mantener, y superar, el nivel demostrado por Mr. Hawks, y sin olvidar a Sergio Leone, aunque en unos parámetros estéticos y estilísticos muy pero que muy diferentes. Hay que rendir pleitesía a los Maestros, culpables de nuestra pasión por el cine.
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