Clásica entre las clásicas, aunque sea muy clásico decirlo así, pero es que esta película sí se haya en el Olimpo del cine por derecho propio. Dirigida por el británico Carol Reed, algunos afirman que bien "aconsejado" por Orson Welles, no da respiro al cinéfilo, toda ella esparce maestría, desde la música omnipresente e imperecedera de Anton Karas con su cítara, hasta los arriesgados encuadres y continuos juegos de sombras, pasando por unos diálogos mordaces en un guion impecablemente sencillo de la mano de Graham Greene. La Viena convaleciente en plena posguerra es el escenario por el que deambulan un cuarteto de personajes matizados desde una óptica ambivalente, que aúna cine negro y tragedia académica en un conjunto para nada ortodoxo en el año de su creación, el ya lejano mil novecientos cuarenta y nueve. Hay mucho más que decir pero vamos a ahorrar rollos macabeos, veánla y juzguen por sí mismos.
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