Una vez valorada Érase una vez en... Hollywood por @tomgut65 en aspectos que no requieren spoilers, hemos creído necesario comentar ciertos detalles de la trama con una nueva opinión que ofrezca otro punto de vista con algún que otro destripe, así que no sigáis leyendo si no habéis visto la película.
Esta novena película de Tarantino sin duda es la más personal y seguramente la más egoísta del director, ya que no la ha realizado para el público general, si no para él mismo. Ha hecho un largometraje que apela a la nostalgia de una época cinematográfica pasada añorada por él y por muchos, que tira de referencias propias y ajenas para divertirnos durante ciento cincuenta minutos. Y eso es así, el entretenimiento no decae en ningún momento, a pesar de que se le ha criticado la falta de hilo narrativo, pero en realidad una película no es solamente la historia, es muchas cosas más que aquí podemos encontrar.
Para empezar no hay que confundir ausencia de trama con un guión flojo, ya que un libreto lo componen también, entre otros elementos, diálogos y situaciones, y sin duda en esta ocasión seguimos con la dinámica de nuestro amigo Quentin de dejarnos conversaciones que valen su peso en oro, además de varias escenas sorprendentes a la par que desternillantes, lo que casi podría catalogar este film como una sucesión de gags dentro de un contexto muy definido.
Y ahí es donde falla, al crear expectativas. En primer lugar por ofrecernos un tipo de cine al que no nos tenía acostumbrados, menos cruel y violento de lo habitual. Y también por centrar una de las dos tramas en la figura de Sharon Tate y la familia Manson, con unos eventos reales que sabemos de antemano como van a acabar, y que a pesar del giro en los acontecimientos tampoco sorprende, ya que era de esperar que, al igual que en Malditos Bastardos o incluso Django desencadenado, el mundo ficticio creado por Tarantino nos diera un desenlace cargado de justicia poética, y en este caso hasta de buen rollo.
Superado el hecho de que la sorpresa final no lo es tanto, por el camino nos quedan muchas otras cosas, como la amplia variedad de géneros que abarca, con bastante drama, algo de thriller, una pizca de terror y sobre todo muchísima comedia. Por no hablar de las impresionantes actuaciones de Leonardo Dicaprio y Brad Pitt. El primero deleitándonos, como es habitual en él, con una abanico enorme de registros y un personaje bien desarrollado y mejor explotado. Y Pitt en uno de los papeles más carismáticos de su carrera con el que el espectador empatiza al instante transmitiendo una seguridad desbordante cada vez que aparece en pantalla.
En resumen, ¿esperábamos más de Quentin Tarantino? Sin duda. ¿Nos ha decepcionado? Para nada. ¿Tiene películas mejores? Al menos cinco de las ocho restantes. Y aún así ha sido un soplo de aire fresco dentro de una cartelera comercial donde todo es más de lo mismo. Por lo que la próxima película, décima y presuntamente última, de uno de nuestros realizadores favoritos, seguirá provocando las mismas ganas, ilusión y expectación de siempre, o incluso más.
Para empezar no hay que confundir ausencia de trama con un guión flojo, ya que un libreto lo componen también, entre otros elementos, diálogos y situaciones, y sin duda en esta ocasión seguimos con la dinámica de nuestro amigo Quentin de dejarnos conversaciones que valen su peso en oro, además de varias escenas sorprendentes a la par que desternillantes, lo que casi podría catalogar este film como una sucesión de gags dentro de un contexto muy definido.
Y ahí es donde falla, al crear expectativas. En primer lugar por ofrecernos un tipo de cine al que no nos tenía acostumbrados, menos cruel y violento de lo habitual. Y también por centrar una de las dos tramas en la figura de Sharon Tate y la familia Manson, con unos eventos reales que sabemos de antemano como van a acabar, y que a pesar del giro en los acontecimientos tampoco sorprende, ya que era de esperar que, al igual que en Malditos Bastardos o incluso Django desencadenado, el mundo ficticio creado por Tarantino nos diera un desenlace cargado de justicia poética, y en este caso hasta de buen rollo.
Superado el hecho de que la sorpresa final no lo es tanto, por el camino nos quedan muchas otras cosas, como la amplia variedad de géneros que abarca, con bastante drama, algo de thriller, una pizca de terror y sobre todo muchísima comedia. Por no hablar de las impresionantes actuaciones de Leonardo Dicaprio y Brad Pitt. El primero deleitándonos, como es habitual en él, con una abanico enorme de registros y un personaje bien desarrollado y mejor explotado. Y Pitt en uno de los papeles más carismáticos de su carrera con el que el espectador empatiza al instante transmitiendo una seguridad desbordante cada vez que aparece en pantalla.
En resumen, ¿esperábamos más de Quentin Tarantino? Sin duda. ¿Nos ha decepcionado? Para nada. ¿Tiene películas mejores? Al menos cinco de las ocho restantes. Y aún así ha sido un soplo de aire fresco dentro de una cartelera comercial donde todo es más de lo mismo. Por lo que la próxima película, décima y presuntamente última, de uno de nuestros realizadores favoritos, seguirá provocando las mismas ganas, ilusión y expectación de siempre, o incluso más.
Mi puntuación: 7/10
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