Micahel Haneke nunca juega sobre seguro, cada película suya se plantea desde un punto de vista extremo, a veces sin parecerlo. La vejez, la violencia, el pasado y el presente o cualquier otra cuestión humana son vertidas por el director alemán buscando siempre el lado menos complaciente. En esta película un simple error infantil vuelve para dar en la cara del protagonista, ya adulto y con familia. El desmoronamiento de un hombre acomodado es tratado con una frialdad estremecedora, sin ambages pero evitando dar todas las claves, es el espectador el que ha de enlazar los cabos sueltos y dar coherencia al sinsentido. Obra sencillamente compleja, como Haneke.
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