La frase típica de los padres "le quiero mucho pero a veces lo mataría" es aplicada literalmente en esta película casi apocalíptica, en la que los zombis han sido sustituidos por unos progenitores con sed de sangre. Un planteamiento muy sádico que gracias al tono de comedia negra con el que se ha llevado a cabo resulta ameno y menos perturbador de lo esperado, incluso con alguna escena ciertamente graciosa que nos hará sentir culpables. Además, sirve de contexto perfecto para que Nicolas Cage explote sin pudor sus histriónicas dotes interpretativas.
Mi puntuación: 6/10
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