Varias historias de terror se entrelazan en el metro de quizá Seúl (no nos queda claro) por la curiosidad profesional, y el afán crematístico, de una youtuber. Nada especialmente original, la verdad, ofrece la producción coreana en esto de las redes sociales, como recurso para el género ha dejado hace tiempo de ser algo novedoso, y tampoco lo es la puesta en escena narrativa y visual, pero al menos es de apreciar el acertado clima de tensión e intriga y los consabidos, y no por ello menos anhelados por los incondicionales del pavor, saltos en la butaca. Cumple su función con dignidad y sin desmerecer a otras obras de mayor enjundia llegadas del sur de aquella península del lejano oriente, allí donde se marcan con frecuencia sugestivas propuestas fantaterroríficas.
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