Cuando se estrenó hace veinticinco años la primera Space Jam era un mero, sencillo y desenfadado entretenimiento que la nostalgia ha elevado más allá de sus méritos cinematográficos. Esta secuela tardía cambia de estrella baloncestista pero mantiene la misma estructura narrativa, el problema es que pierde la cualidad fundamental de su antecesora, la simplicidad. Ahora la historia tiene una super moraleja, un aspecto visual tan rimbombante como recargado y una innecesaria duración de casi dos horas. Y a pesar de todo esto no se hace tan pesada como cabría esperar gracias a una interminable lista de variopintas apariciones de personajes y películas propiedad de Warner Brothers, y sobre todo del siempre infalible desparpajo de los auténticos reyes de la función, con permiso de Lebron, los alocados y descacharrantes Looney Tunes.
Mi puntuación: 5/10
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