Que mejor manera de contarnos como fue para una estrella consagrada del cine mudo (y su perro), y en menor medida para una actriz emergente, la transición al cine sonoro que con una película muda en blanco y negro. La apuesta es arriesgada pero el resultado es excelente, con una gran puesta en escena al estilo más clásico, un actor y actriz principales dignos merecedores de los premios conseguidos y una historia que cautiva al espectador sin que haga falta una sola palabra para transmitir lo que otros largometrajes no consiguen con cientos de líneas de diálogo.
Mi puntuación: 7/10
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