Seis eternos episodios componen esta miniserie de la cual podemos salvar, la excéntrica interpretación de Kate Winslet, y que por suerte no tiene más capítulos ni temporadas. Centrándonos en lo bueno, la actuación de su protagonista femenina es el único motivo para verla, encarnando un personaje tan antipático como egocéntrico, estrafalario como desesperante, logrando su objetivo de ponernos de los nervios. Su contrapartida masculina rebasa los límites de la sobreactuación, con una interpretación desatada y plana de un militar cuyo evolución con el paso de la historia no se acaba de reflejar en pantalla.
Y la peor parte es un guion sin pies ni cabeza que pretende ser una sátira política pero que se convierte en una sucesión de absurdos que monopolizan cada episodio, exprimiendo sin mesura la extravagancia de turno, y llevando al extremo y alargando situaciones que no llevan a ninguna parte, tocando de soslayo temas globales más interesantes. De hecho, hay muchas cosas, tanto a pequeña como a gran escala de la trama, que no se sabe muy bien cómo o porque ocurren, con saltos temporales aleatorios y varias líneas argumentales que ni siquiera sabemos como acaban. Un drama vestido de comedia, o viceversa, que no hace reír ni llorar, solamente bostezar.
Mi puntuación: 4/10
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