Un fulgurante prólogo de treinta minutos seguido de otros fascinantes sesenta son sin duda la mejor media parte de una película que llegado a este punto culminante toca techo para en la hora y media siguiente deshincharse, no tanto en ritmo, si no más bien en perder el rumbo queriendo llevar al extremo una historia de por sí desenfrenada. Eso no significa que sus tres horas de duración se hagan aburridas, ya que pasa mucho de todo, hasta cosas inimaginables, pero el mensaje que el guionista y director de Whiplash y La La Land pretende transmitir se podría haber hecho de forma más directa y eficaz, aunque menos impactante, eso sí. Aún así nos deja una obra imperdible para quienes sean sabedores o curiosos del cine de los años veinte y treinta y que quieran ver una versión, salvando las distancias, hipervitaminada, desacerbada, excesiva y vertiginosa de "Cantando bajo la lluvia".
Mi puntuación 6/10
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