El sello inconfundible del director Edgar Wright sigue presente en esta película de atracos y persecuciones que en manos de otro realizador habría resultado más convencional y aburrida. Y es que la historia de robos, traiciones y amores que nos cuenta no tienen nada de especial, pero el modo de hacerlo, sincronizando a la perfección los movimientos, conversaciones y ruidos de los personajes con la incesante música rock que vamos escuchando, le aporta una estimulante originalidad inaudita en este tipo de cine. Aunque el desenlace no está a la altura de su vibrante y polifónico inicio, es un soplo de aire fresco dentro de los atónicos estrenos comerciales de acción de los últimos años.
Mi puntuación: 7/10
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