Woody Allen vuelve a la comedia romántica y, como no, situándola en una lluviosa y a la vez luminosa Nueva York. Ligera y simpática, crítica aunque para nada burlesca, es un retrato de la alta sociedad neoyorquina culta y snob, siempre bienintencionada pero perpetuamente embebida en la autocomplacencia. Por la pantalla desfila un acopio de intérpretes renombrados que con su presencia respaldan a la controvertida figura del director en tiempos en que el escándalo le envuelve. Estamos ante una obra menor del autor de "Manhattan", quizá porque sus circunstancias personales le hacen más proclive al divertimento que a la severidad, pese a ello mantiene ese toque que le ha hecho célebre. Ojalá siga en la brecha mucho tiempo.
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