Imprescindible producción australiana con el director de Mad Max tras las cámaras, o de los dibujantes, que a través de un buen número de ideas frescas, en ocasiones literalmente, transmite varios mensajes existenciales, personales y globales que van desde la superación personal hasta la conservación natural. Y es que aun pareciendo una película para niños, los momentos duros se alternan con los dramáticos, acongojando en varias ocasiones e incluso dejando mal cuerpo en otras. Su ingenuo protagonista sabe rodearse de todo tipo de personajes que fomentan estas sensaciones, aunque quienes no quedan en muy buen lugar, además de los humanos, son los pingüinos emperador, aunque tampoco es que vayan a poner una queja. Bromas aparte, a pesar de los años que han transcurrido, su estilo de animación no ha quedado anticuado, y lo más importante, sus valores permanecen inalterables.
Mi puntuación: 7/10
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