La misma estructura narrativa que tan bien funcionó en la primera parte se repite casi al dedillo en esta secuela, que seis años más tarde no pretende reinventar la rueda, solo darle algún giro más a ver si caen unos cuantos billetes por el camino. Ahora, como es obvio, no es necesario explicar el origen de nuestra conejuna protagonista, una semana después de los ficticios hechos de su antecesora, se pone de nuevo en faena desde el primer minuto con un caso que se desarrolla por casi idénticos derroteros que el anterior, centrando la trama en la relación entre ella y el zorro bribón quien gozará de más minutos que nunca. Sin duda sus escenas, llenas de chascarrillos y puyas, son lo mejor de una película, que por supuesto visualmente deslumbra, visitando incluso nuevos biomas, y cuyo nivel de diversión, aún siendo inestable, se mantiene lo suficientemente alto como para entretener sin reparos, esta vez, más a niños que a adultos, pero al fin y al cabo, entretener.
Mi puntuación: 5/10
Mini crítica de "Zootrópolis".

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