Parece mentira como una película con un guión tan flojo cargado de situaciones que ocurren sin explicación, con actuaciones humanas cuanto menos horribles y unos efectos de animación que encajan pobremente con la acción real, puede resultar tan sumamente divertida. Y es que poco importan la cantidad de contras que tiene, la chispa de Bugs Bunny y sus amigos unida al carisma de Michael Jordan, junto a una inspiradora banda sonora, consiguen que desconectemos del mundo real durante hora y media gracias a una historia sencilla en la que un monstruoso y extremadamente lunático partido de baloncesto culmina un largometraje que debería permanecer en el olvido y que aún así volvemos a ver siempre que surge la ocasión.
Mi puntuación: 6/10
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