Edgar
Wright consigue, con un aplastante debut en pantalla grande, una de las mejores
películas de zombis que se han hecho hasta la fecha, cuyo mayor mérito es no
tomarse en serio a ella misma ni a los muertos vivientes que aparecen. Todo
esto unido a la peculiar y desternillante pareja que forman Simon Pegg y Nick
Frost, hace que no pares de reír en ningún momento y descubras que el verdadero
amor no se forja con cartas de amor ni ramos de flores, sino partiendo cráneos
de muertos vivientes con una pala de críquet.
Mi puntuación: 8/10
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