En la primera dirección del insigne Sergio Leone (los anales cinematográficos la consideran su ópera prima) no se halla rastro de ese cineasta que reformuló el western con la Trilogía del dólar (1964-66) o Hasta que llegó su hora (1968). No en vano el coloso en cuestión fue un mero encargo para aprovechar el tirón de los “peplum”, tan de moda en aquel 1961. Estamos, pues, ante un rutinario trabajo que no podía honrar de manera alguna el talento y las ansias creativas de Leone, por entonces un profesional muy apreciado como ayudante de dirección, y otros menesteres, al que ofrecían la oportunidad de ponerse al frente de una producción hispano-italiana de cierto nivel presupuestario y artístico. El director romano se limitó a pasar al celuloide una tópica historia conspirativa entre lanzas, espadas y hombres con túnicas y falditas en la que la estrella era la monumental estatua del coloso, dónde debía culminar la trama. Escasa épica, con momentos algo risibles, pero en ningún caso se pierde la dignidad, si bien el paso de los años ha sido poco clemente con una obra impersonal y meramente coyuntural que es recordada antes por su director que por cualquier otro motivo.
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