El director Woody Allen es capaz de lo mejor y de lo peor y en este caso se ha quedado en un punto medio para ofrecernos una sencilla comedia romántica que no brilla especialmente por su originalidad pero resulta amable, divertida y por momentos entrañable. El mayor acierto sin duda es poner de protagonista a un arrebatador Colin Firth que se camela al espectador gracias a su talento innato y elegante ironía. Una película que no arriesga y que tampoco se complica la vida, con diálogos ingeniosos y un mínimo de coherencia que, aunque sepas como va acabar desde el primer minuto, es capaz de sonsacarte unas cuantas sonrisas.
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