Quizás no sea ni siquiera una de las mejores comedias de la televisión, o mejor dicho dramedia, que es como se la catalogaría hoy en día, pero sin duda está entre mis diez series favoritas de todos los tiempos. Hay que reconocer que en sus inicios adolece de una falta de ritmo y rumbo preocupantes, pero conforme se acerca el final de la primera temporada va subiendo de nivel, y no para de mejorar y mejorar hasta tocar techo en una soberbia sexta entrega. Por desgracia, a partir de ahí la cosa cae en picado con una octava y última temporada que parece sacada de series estilo Melrose Place o similares, que por suerte maquillaron con una película que si dio un cierre decente.
Aún así se les perdona este flojo epílogo, ya que anteriormente nos habían cautivado con tramas envueltas en el glamour de Hollywood, tejemanejes de agentes, amoríos varios, infinidad de cameos de famosos de gran envergadura, y lo más interesante, los rodajes, estrenos y negociaciones de películas ficticias llenos de altibajos que nos mantenían en vilo. Esta última parte es sin duda el aspecto más interesante de una serie que no se corta un pelo a la hora de mostrar y hablar sobre sexo, con vocabulario malsonante constante.
Precisamente el abanderado de las palabrotas y la verborrea, es Ari Gold, representante interpretado por Jeremy Piven, quien se convierte en uno de los mejores personajes de la serie junto al más maltratado y divertido de todos, el mítico Johnny "Drama" Chase, hermano de Vince, la auténtica estrella de cine, que acaba teniendo menos protagonismo de lo esperado, y que en realidad solo sirve de excusa para que su séquito se luzca con tramas compartidas o propias de cierta relevancia en cada uno de los noventa y seis capítulos que componen una serie que podría ser mejor, podría ser mucho peor, pero que engancha y entretiene de lo lindo, y que apetece ver de nuevo una vez tras otra.
Mi puntuación: 10/10