Objetos, animales o incluso conceptos, de colorines sobre todo, que gozan de sentimientos, han protagonizado en muchas ocasiones a lo largo de los años las creaciones de Pixar, y este caso no es una excepción. Ahora se inventan un mundo formado por los elementos básicos de la naturaleza para hablarnos sobre los prejuicios raciales, y si bien la idea se transmite de forma directa y sin disimulo, al modo de hacerlo le falta chispa y originalidad en cantidades alarmantes. Por no hablar de lo poco aprovechada que está la ciudad donde conviven agua y fuego, ejes centrales de la historia, pero también tierra y aire que pasan de puntillas por la película. Un jarro de agua fría para quienes adoramos este estudio de animación que nos deja un largometraje muy ameno pero intranscendente e insulso.
Mi puntuación: 5/10