Pese a conocer su existencia, y haber tenido algún peluche suyo pegado al cristal del coche de mis padres cuando era pequeño, poco he leído o visto sobre el popular gato naranja, así que mis expectativas cuando acudí al cine a ver la película eran simplemente dos: que mi hijo de ocho años se lo pasara bien y no aburrirme demasiado. La primera se cumplió sin dificultades, ya que por lo visto han infantilizado el personaje para que sea accesible a un público más joven, lo cual nos ha venido bien, aunque eso haya perjudicado al juego que podría haber dado un Garfield más gamberro e irreverente. En cuanto al segundo objetivo, no es que este largometraje de animación sea un festival de diversión, pero su previsible y poco original trama se desarrolla a buen ritmo, con personajes graciosos que van soltando ocurrencias de vez en cuando y dura lo justo y necesario, así que misión cumplida.
Mi puntuación: 6/10