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Travis Bickle es uno de los
nombres más reconocibles del panorama cinéfilo gracias, en gran medida, a la magistral interpretación
de Robert de Niro que dejó huella en su carrera y en los aficionados al séptimo
arte. A pesar de esto, su talento para conseguir que veamos al
personaje y no a la persona ha hecho que por muchos papeles que interprete (sobre todo
en sus inicios) nunca veamos al actor, y simplemente nos dejemos llevar por
un personaje trabajado hasta la extenuación. Un claro ejemplo es el caso de la película
que nos ocupa en el que De Niro estuvo trabajando de taxista doce horas al día durante un mes para preparar el papel.
Y es que "Taxi Driver" gira alrededor de un personaje principal
contradictorio, tal y como deja patente el personaje de Cybill Sheperd en la
primera conversación con Travis, sin ni siquiera saber aún lo que se le venía
encima. La película toca varios temas de trasfondo empezando por la soledad de
un joven veterano de Vietnam que no encuentra su lugar en el mundo actual y que
no soporta ver en que se está convirtiendo el país por el que luchó para que
luego le ningunearan. Él tiene su propia moral, muy maleable según le
interesa, y aunque sus intenciones son presuntamente buenas, tiene un sociópata en
su interior que no sabe que hacer con su vida ni con lo que le rodea. Este es
uno de los problemas de la película, ya que no llegamos a conocer demasiado
bien las motivaciones del personaje principal, sólo vemos como actúa, sabemos que
tiene estrés postraumático por la falta de sueño que padece, y que sus conocimientos de las relaciones sociales son escasas. Aún así tiene la necesidad de hacer algo, pero no sabe el qué, y cuando no consigue realizar su objetivo principal se conforma con
algo más "sencillo" y más políticamente correcto.
Algunos de los acontecimientos de la
película están basados en un hecho real que tuvo lugar cuatro años antes de que
Paul Schraeder escribiera el libreto original, y también en su propia
experiencia cuando su pareja le dejó y atravesó por un duro bache que le llevó
por el camino de las drogas, el porno y las armas de fuego. Un guión que fue
muy polémico en su época y que no recibió el apoyo unánime de la crítica, pero
que sirvió para que la cinta ganara la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Además para llevarlo a la gran
pantalla atravesó por muchas dificultades hasta que el director Martin Scorsese
decidió hacerse con las riendas del proyecto. Era el quinto largometraje del
realizador neoyorquino y lejos de mostrarnos un visión histriónica y confusa como la mente de su protagonista, estilo usado posteriormente en películas suyas como “¡Jo, qué noche!”, el ritmo pausado y la parsimonia se apoderan de la pantalla en todo
momento centrándose en los personajes y sobre todo en un Robert de Niro volcado
en su papel. A Scorsese se le pueden achacar ciertos errores de montaje o
escenas poco pulidas que no sabemos muy bien porque se introdujeron y que no aportan mucho a la historia, pero el riesgo de llevar a cabo este clásico moderno y
lo que significó en su época es algo que sólo hemos podido apreciar con el paso
de los años.
Muchos pueden catalogar “Taxi
Driver” de fascista por tener al frente un tipo cuya actitud puede
interpretarse de este modo. Otros de todo lo contrario, ya que Travis no es que
quede en muy buen lugar y es la sociedad la que queda retratada ante los actos
que comete. De cualquier modo es casi imposible quedarse indiferente tras verla, y para bien o para mal, aunque sólo sea por la inverosimilitud de lo nos están
mostrando, ofrece la oportunidad de debatir sobre unos tiempos pasados que no
han cambiado tanto y ante todo, de escudriñar lo que reside en el interior de Travis Bickle, algo que ni siquiera él mismo sería capaz de decirnos con
certeza.