Algo que nunca suele provocar el cine del director manchego Pedro Almodóvar es indiferencia, ya sea para bien (casi siempre) o para mal, en casi todas sus películas provoca asombro, perturba o conmueve, pero en este caso ninguno de esos sentimientos, o de otro tipo, trasciende la pantalla para calar en el espectador. Ya sea por la frialdad de las actuaciones o por su convencional historia cercana al típico drama de sobremesa, la sensación de lejanía está presente en todo momento a pesar de la buena factura en la realización y de una excelente banda sonora. Para muchos la mejor película española de dos mil dieciséis, afirmación que por desgracia no comparto.
Mi puntuación: 4/10