La Casa Blanca, sede del mayor poder político que el mundo ha conocido y en la que reside el ejecutor de ese mando, por lo que no es de extrañar que se disputen habitarla una pléyade de aspirantes de todo tipo y condición moral: los honestos, los medio honestos, los casi honestos, los que intentan ser honestos pero no les viene bien y los sinvergüenzas, que son los que suelen llevarse el gato al agua. De estos últimos se ocupa durante siete temporadas y sesenta y cinco episodios esta renombrada serie de la HBO. Con guasa, sarcasmo y mucha mala baba, desfilan una serie de personajes a cual peor, desde la protagonista, la Vicepresidenta por sorpresa Selina Meyer, hasta su séquito de lameculos amorales que la rodean, pasando por una galaxia de sujetos cuya única motivación es agenciarse algo en beneficio propio. En definitiva, un reflejo de la realidad aunque nos la pinten con humor e ironía atiborrada de lenguaje soez y chistes crueles que no dejan títere con cabeza.
Lo mejor, el elenco de actores encabezado por una hilarante Julia-Louis Dreyfus (Seinfeld) en la piel de la Veep trepa obsesionada en lograr y mantener el poder sea como sea, siempre rodeada de una troupe de numerosos secundarios, fijos o intermitentes, que dan la talla a tan jocoso nivel. Lo menos bueno, las lógicas y copiosas alusiones directas al contexto político norteamericano que limita la comprensión a todo público ajeno a sus entresijos. De todos modos se puede disfrutar a lo grande de la desacralización de esos Padres de la Patria que tanto nos incordian sin importar el país en el que nos haya tocado sobrevivir. Que dúo tan prometedor podrían hacer Selina Meyer y Frank Underwood (House of Cards), lástima que nunca hayan de cruzar sus caminos.
Lo mejor, el elenco de actores encabezado por una hilarante Julia-Louis Dreyfus (Seinfeld) en la piel de la Veep trepa obsesionada en lograr y mantener el poder sea como sea, siempre rodeada de una troupe de numerosos secundarios, fijos o intermitentes, que dan la talla a tan jocoso nivel. Lo menos bueno, las lógicas y copiosas alusiones directas al contexto político norteamericano que limita la comprensión a todo público ajeno a sus entresijos. De todos modos se puede disfrutar a lo grande de la desacralización de esos Padres de la Patria que tanto nos incordian sin importar el país en el que nos haya tocado sobrevivir. Que dúo tan prometedor podrían hacer Selina Meyer y Frank Underwood (House of Cards), lástima que nunca hayan de cruzar sus caminos.