James Bond, un personaje que a inicios del milenio daba muestras claras de fatiga. Por ello, y para continuar dando réditos en taquilla era necesaria una reinvención o, directamente, un reboot. La segunda opción fue la elegida, y el encargado de poner nuevo rostro al agente secreto más famoso del cine fue Daniel Craig, un actor británico que en aquellos momentos asomaba en producciones de calado. Pleno en ambos aspectos: cambio radical orientado hacia la veracidad y un intérprete con el perfil idóneo en esa necesaria transformación. Protagonista hierático, pero con un fondo vulnerable, violencia más severa y realista junto a contrincantes mejor singularizados. Todo hacía prever un futuro prometedor para 007. No obstante, las posteriores entregas se hallan en un nivel inferior a las altas expectativas creadas, aun superando de largo el nivel de los Moore o Brosnan, e igualando, incluso elevando, algunas del escocés Connery. Estando, como estamos, inmersos de lleno en una era de remakes, refritos, renacimientos, renovaciones, universos alternativos y demás cambalaches, auguramos que Bond tiene cuerda para rato.
Puntuación @tomgut65: 8/10
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