No cabe duda que en el aspecto visual y técnico la saga creada por Gene Roddenberry ha dado un salto de calidad enorme, los tiempos cambian que es una barbaridad, decía el clásico, y se ha de notar. Nada que envidiar a cualquier gran producción cinematográfica, ya quedan lejos las épocas del cartón piedra, el rodaje en interiores o en reducidos escenarios prefabricados que eran la tónica general de la serie original o de la exitosa Nueva Generación y demás entregas televisivas de la franquicia. El empuje espectacular que J.J. Abrams le dio en los cines obligaba a mantener el nivel a cualquier nuevo proyecto de la space opera en la pequeña pantalla, y Netflix no ha dudado en echar el resto para cumplir esas expectativas tan exigentes.
Los nuevos cánones del feminismo y el empoderamiento de la mujer, del movimiento LGTBI y todos los modelos imperantes de la corrección política se manifiestan sin ambages en la tercera entrega de Star Trek Discovery. En realidad, todo eso ya estaba presente en las dos temporadas anteriores, pero se han acentuado en la presente, incluso dando pasos más allá en el profundo contenido de tolerancia y multiculturalidad que siempre caracterizaron a dicha franquicia. Cabe destacar también el aumento de la carga emotiva y sentimental, sobre todo encabezada por la actriz protagonista Sonequa Martin-Green, siempre intensa y rozando la sobreactuación. Parece ser que la filosofía vital vulcaniana ya no está de moda y prima la sensiblería folletinesca sobre la razón y la eventual rigurosidad científica. Como espectáculo es indiscutible, pero la cuestión es si se mantiene la esencia trekkie. Nosotros creemos que mucha se está quedando por el camino
Puntuación @tomgut65: 5/10
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