Los viajes en la ficción suelen ser metáfora de transición, de intro y extrospección. Para la ocasión un viaje en tren por la Rusia nevada y en compartimento compartido por dos extraños entre sí: ella, introvertida y culta; él, pendenciero y rudo, por aquello de que los polos opuestos se atraen. Que sea o no lo que sucede no lo vamos a revelar, lo importante es el trayecto y cómo influye en sus vidas durante unos días de obligada compañía, en una película marcada por los silencios interrumpidos y los contrastes de personalidad, donde las apariencias engañan a un lado y otro de la pantalla y de tiempo mesurado sin acontecimientos catárticos, solo detalles que aportan la información justa sin mostrar todo el fondo.
Puntuación @tomgut65: 7/10
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