Un puñetazo directo al estómago es lo que se recibe con esta película mexicana, porque es realismo del auténtico, sin concesiones a la galería ni por un segundo, de las que nos hacen pensar que hemos tenido la inmensa fortuna de nacer y vivir en la mejor parte del planeta. En aquellas latitudes la vida humana no vale ni un litro de combustible, lo que roban y venden los huachicoleros, y donde la supervivencia supone casi siempre delinquir, matar o morir. La naturalidad de los actores es conmovedora, su jerga casi ininteligible, aunque las imágenes sirven de transcripción literal, lo que nos hace creer que más de uno es un genuino desheredado. Rodada con evidentes pocos medios, el director Edgar Nito sabe exprimir la cámara al máximo hasta el punto de aparentar más de lo que efectivamente tiene. Les hará discurrir un buen rato, quedan avisados.
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